lunes, 21 de noviembre de 2011

Perdon que no sepa expresar


Perdon que no sepa expresar con claridad mis pensamientos, solo comprende que dentro de mi tambien ahora luchan mareas, terremotos y vientos… que aun me visitan esos fantasmas del pasado, asi como los entes que se van adentrando en el tiempo presente… no te pido que comprendas mi temor, ni siquiera te pido que lo intentes, lo unico que me gustaria pedirte seria una pizca de paciencia y unos cuantos granos de tu reloj de arena… espero que descanses bien y que recuerdes que esta noche como muchas otras yo te extraño…
— siempre a ti…
medita acerca de lo mucho que hace el amor por la dieta. Recuerda que en la Minnengröte, la gruta del amor, del Tristán de Gotfried von Strassburg “los ocupantes no necesitan alimento [...] Muchos se han quedado sorprendidos ante esto y sienten curio¬sidad y ganas de saber como se alimentaban Tristán e Isolda, los dos amantes, en este yermo solitario. Se los voy decir y a satisfacer su curiosi¬dad. Se miraban el uno al otro, y de esto vivían. La cosecha de sus ojos era el alimen¬to de los dos. No comían otra cosa más que amor y de¬seo. Los dos enamorados no se inquietaban lo más mínimo en relación a la comida. Llevaban consigo, oculto bajo sus vestidos, el mejor alimento que cabe encontrar en el mundo. Éste lo tenían, sin necesidad de pagar nada, a su disposición, siempre fresco y nuevo”.

martes, 8 de noviembre de 2011

En este deambular de la vida se que día a día hay más luz en mi vida.... más por recorrer, aprender, entender y construir.... pero el precio que pago cada vez me parece más alto... No sabes cuánta falta me haces!!!.... Quisiera estar ahí para apoyarte!!!

lunes, 7 de noviembre de 2011

Era mi sueño. Pero algo se metió de por medio, y me levanté en plena noche. Di algunos traspiés hasta que llegué a la nevera. El agua estaba helada (me ha dado un escalofrío sólo de escribirlo). Intenté recordar lo que soñaba, porque era donde quería volver. Pero no recordaba nada. Y me senté en la cocina, apoyando la cabeza en algunos recuerdos gratos de la infancia, cuando todo era más de día y los sueños no se me olvidaban. Es curioso, no me puse a leer, pero pensaba en los libros que leía por entonces. Al llegar del colegio o por la noche, medio a escondidas. Con el pecho valiente de corsarios y mosqueteros. Esas historias. O investigando algún crimen despiadado, o un robo muy extraño. Y de pronto mi madre sentada en mi cama. O allí, en la cocina, preguntándome por lo que soñaba o leía, y protegiéndome del miedo. Mi madre, esa realidad magnífica de mi vida. Esa luz que no dejo de ver aún en las noches más oscuras. Me levanté, pero antes de volver a la cama, recorrí a tientas la casa, y salí al balcón para respirar la madrugada. Y contemplar la calle vacía, y el sueño de los árboles, en esa nana en la que les mecía la brisa.